En artículo publicado en La Prensa el 6 de mayo de 2016 bajo el titular, “Una elección crucial” señalaba que el sistema de elecciones en la Universidad de Panamá (UP) entre su personal docente, educando y administrativo ha terminado por replicar el clientelismo propio de los partidos políticos, con terribles consecuencias para la calidad de la educación de ese centro de estudios. Ese clientelismo había llevado al rector anterior de la UP a reelegirse por 5 periodos consecutivos, convirtiendo a ese centro en un feudo personal.
En ese clima enrarecido por el amiguismo, el clientelismo y el despilfarro de buena parte del patrimonio universitario, la UP descendió en 2015 al puesto No. 123 del QS Ranking de América Latina, 31 posiciones por debajo de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP). En medio de ese escenario nada honroso, surgió en 2016 el Movimiento de Renovación Universitaria, liderado por Eduardo Flores Castro, cuyo discurso contra le reelección y en favor de “una educación cónsona con las exigencias de nuestro tiempo” y la promesa de “construir una universidad con más libertades”, logró captar el voto mayoritario para ganar sin el menor asomo de duda la Rectoría.
Flores Castro asumió señalando en su discurso inaugural que en la Universidad no debe haber espacio para distinguir “entre amigos y enemigos, entre aduladores y disidentes, entre los que votaron por mí y quienes votaron por otros candidatos”. A Flores Castro hay que acreditarle que restituyó un clima académico y de armonía en sus inicios, e inspiró un sentimiento de esperanza y entusiasmo, que muy pronto comenzó a diluirse.
Pero a cinco años de distancia, el rector ha cambiado su posición original para aspirar ahora a la reelección. Quienes lo adversan, lo acusan de haber adoptado las viejas prácticas clientelistas y de intolerancia que caracterizaron a su antecesor. Bajo el titular, Miedo en la casa de Méndez Pereira (La Prensa, 20 de mayo de 2021), la catedrática Maritza M. de Sumich denunció que, en cuanto al proceso electoral, prevalece en la UP “un miedo jamás visto en mis 38 años de vida universitaria”.
Además, durante su periodo la UP cayó en el Ranking 2021 del puesto No. 123 al 181, mientras que la UTP se ubicaba en la posición 124 entre más de 400 universidades evaluadas. Este fracaso en la propuesta de mejorar la calidad de la educación lo atribuyen estudiosos del tema universitario a que, lejos de erradicar el clientelismo, la administración lo ha privilegiado.
En ese escenario, la UP se enfrenta a una nueva elección de rector y decanos el 30 de junio, con otros tres candidatos. Además aspiran al cargo Miguel A. Cañizales, director de Investigación y Postgrado de la Facultad de Sicología, César García y Roberto Ah Chong, todos con meritorias carreras. En lo personal, considero que, por su excelente trayectoria, virtudes personales y carácter, el candidato ideal en la actual coyuntura es Cañizales, ex ministro de Educación y con experiencia docente a nivel de postgrado, tanto en la UP como en varias universidades de otros países.
Inspirado en el lema “Un cambio con visión”, Cañizales presenta una propuesta basada en seis líneas de acción, dirigidas a descentralizar los trámites administrativos, invertir en tecnología, despolitizar los procesos y fortalecer el cuerpo docente nombrando “al mejor talento humano” disponible. En ese empeño, de ser electo, se propone impulsar esas metas en el menor tiempo posible, integrando a los distintos estamentos para “trabajar unidos”.
Sin duda, las metas que se propone realizar Cañizales requerirán del sólido respaldo, tanto a nivel interno como externo. En cuanto al sistema de elección de las autoridades, que hasta ahora ha sido un tema tabú, confío en que Cañizales al menos le dé una seria consideración a fórmulas novedosas que aplican universidades en otros países que hoy ocupan el liderazgo en el ranking mundial. ¡Los grandes beneficiarios serían los estudiantes y el país!
El autor es periodista