Es un principio indiscutible que el desarrollo de un país depende de la educación. De esta suerte, los países más desarrollados son aquellos en los que la educación, desde los niveles de preprimaria hasta la universitaria, es excelente o al menos buena. Lamentablemente, dos de las principales universidades oficiales están en crisis, tanto en su estructura organizativa como en su calidad académica. Me refiero a la Universidad Marítima Internacional de Panamá (UMIP) y a la Universidad de Panamá (UP).
Desde mi perspectiva, ambas atraviesan por la misma crisis institucional y de valores que caracterizan la política panameña. En la UP se ha enquistado un “Círculo Cero” encabezado por el rector Gustavo García de Paredes (electo en cinco ocasiones) y en la UMIP el rector separado, Víctor Luna, intentó hacer lo propio a través de un Comité Electoral bajo su control, pero el Consejo Superior (CS) –máximo órgano de gobierno de esa universidad– actuó de forma responsable y dejó sin efecto la convocatoria a elecciones. En ambas, sus rectores han utilizado prácticas clientelistas, intolerancia e intimidación para retener el poder.
En la UMIP la acción renovadora del CS quedó a medias, pues si bien Luna fue separado, quedaron administrándola quienes sirvieron a sus aviesos propósitos. En la UP el grave deterioro en que se encuentra hizo crisis cuando el 11 de marzo de 2015 el Consejo Académico decidió separar por cinco años a Miguel A. Bernal de la cátedra que ha servido, con responsabilidad y dedicación por 40 años, bajo alegados cargos de irrespeto, calumnias e infundios.
Graduado de derecho y ciencias políticas de la Universidad de Burdeos, Francia, Bernal ingresó a la UP en 1974 dictando las cátedras de ciencia política, derecho constitucional y derecho internacional público. Prácticamente desde entonces se dedicó a luchar por el rescate de la democracia, el respeto a los derechos humanos, incluyendo la libertad de expresión, y contra la corrupción. En tiempos de la dictadura, sufrió agresiones físicas y carcelazos por su inclaudicable lucha.
Pero lo que ha enardecido a la administración de la UP es la sostenida e irreverente crítica de Bernal a la opaca gestión de García de Paredes durante cinco períodos, y su aspiración anunciada en acto público a una quinta reelección. A juicio del excandidato a rector Eduardo Flores, con su participación en ese acto proselitista, García de Paredes violó el artículo 111 del Reglamento Electoral que estipula que, “el período de propaganda electoral solo podrá ser iniciado un mes antes de la elección”. La elección será en junio de 2016. Flores presentó una querella ante el Organismo Electoral, solicitándole además que investigue el uso de vehículos y otros recursos de la UP en ese evento proselitista, pero es improbable que este ente actúe con imparcialidad.
Lo cierto es que en la UP se ha impuesto una política de terrorismo contra los opositores al rector. De hecho esta oposición es creciente, pero silenciosa; algunos catedráticos me han comentado que mientras se despilfarra dinero en seguridad, los salones de clases carecen de sillas; los laboratorios, de equipos y la librería es un desastre. A pesar del millonario gasto en seguridad, los ladrones se introdujeron hace varios meses y robaron un cajero automático, sin que se les haya podido identificar. Además, la Rectoría ha vendido buena parte del patrimonio universitario; ese afán la llevó a privar a los estudiantes de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de terrenos para la necesaria práctica de campo. Y no menos importante, bajo esta administración la UP ha perdido más de un tercio de la matrícula universitaria, poco más de 30 mil estudiantes.
Cuando he urgido a los quejosos que se sumen a las denuncias públicas hechas por Bernal y Flores, me contestan que temen ser víctimas de represalias. Desde mi perspectiva, ese es el objetivo de sancionar a Bernal: enviar un mensaje a quienes pretendan seguir su ejemplo. Es el vicio clásico de quienes se han afincado al poder y, como Noriega y otros dictadores, pretenden ejercer el absolutismo sin la menor disidencia. Para el rector resulta tan grave que Bernal sea disidente, como su conducta irreverente. Pero los más perjudicados son los propios estudiantes, que parecen estar sumidos en un profundo sueño, mientras la dirigencia protesta por asuntos triviales. ¡Cuánta falta hacen hoy día dirigentes de la calidad de Adolfo Ahumada, Floyd Britton, Eligio Salas, Carlos Arellano Lennox y Tuto Arosemena!
Todos estos elementos han llevado a la UP a un nivel en el que sus administradores no se atreven a someterse a la evaluación internacional. Un vocero de la Rectoría explicó que no lo hacían porque las universidades en el ranking mundial pagan para estar allí. ¡Bárbaro! Como si el Instituto Tecnológico de California (No. 1) y las universidades de Harvard, Oxford, Stanford y MIT están en los primeros lugares “porque pagan”. A mi juicio, para sacar a la UMIP y a la UP de la crisis en que se encuentran, se requiere un cambio radical en sus administraciones. Y luego pasar por un diálogo nacional para modernizar el sistema. De este esfuerzo debe surgir una visión moderna que ubique las universidades públicas panameñas al nivel de las principales del mundo, en las que haya espacio para la disensión y el diálogo sobre temas nacionales.