Los argumentos que ensayan los exfuncionarios del pasado gobierno y sus abogados, en defensa del desgreño que vimos durante el último quinquenio, coronados por el tuit del expresidente Ricardo Martinelli del 20 de mayo, en el que afirma que apoyará una constituyente: “por el deterioro de los tres órganos del Estado”, me indujeron a buscar información sobre el origen de la “escuela cínica”, fundada por Antístenes, antes de Cristo. La relación con aquella escuela surge del hecho de que fue Martinelli el causante de la crisis institucional que ahora imputa al presidente Juan Carlos Varela.
Como recordarán los lectores, en plena campaña electoral de 2009, el entonces candidato “por el verdadero cambio” prometió un gobierno que lucharía contra la corrupción, despolitizaría las instituciones públicas y acabaría con el nepotismo y el clientelismo político. En cambio, su gobierno se caracterizó por ser el más corrupto de la historia, con una institucionalidad completamente destruida. Los únicos que se salvaron de su control fueron el Tribunal Electoral y la Autoridad del Canal de Panamá.
Remontándome a los anales de la historia, podría decir que Martinelli y su colectivo elevaron la antigua escuela cínica al rango de universidad. Aunque justo es decirlo, la original escuela cínica tuvo una orientación filosófica muy diferente. En efecto, se caracterizaba porque sus miembros despreciaban el estilo de vida formal y consideraban que la civilización le había hecho daño al hombre. En esa vena, despreciaban las riquezas, los placeres y bienes materiales, y consideraban que el ser humano debía vivir en armonía con la naturaleza.
Uno de sus discípulos clásicos fue Crates, hijo de un hombre rico, quien cuando se convirtió a esa doctrina repartió sus bienes y se quedó desnudo viviendo de desperdicios botados a la basura. Vivía a la intemperie y consideraba que el tonel en que vivía su mentor Diógenes era algo superfluo. Metrocles, discípulo rico de Crates, tenía una hermana llamada Hiparquía que, atraída por este, se fue a buscarlo contra la voluntad de su padre. Crates le advirtió que vivirían como perros y que cuando deseara poseerla lo haría en público, como los perros. Aun así, Hiparquía abandonó su pueblo, desnuda con los cabellos sueltos para vivir con su amado.
Con el correr del tiempo, el término cínico se aplicó a quienes se apartaban de las costumbres y normas sociales. Pero hoy día la expresión es sinónimo de burla, descaro y desvergüenza. De hecho, la más conocida de las acepciones de la RAE identifica al cínico como “impúdico, procaz”. Los que queremos estar al día con las noticias, somos forzados por los medios a verlos reclamar “justicia independiente”, “transparencia”, “manejo honesto de los recursos públicos”, cuando ellos hicieron todo lo contrario. Por fortuna, Eugene Polley inventó, en 1955, el control remoto, lo que nos permite sortear a los cínicos cuando aparecen en la TV haciendo gala de su impudicia.
¿Quién no recuerda al secretario de Comunicación del pasado gobierno, cuando negaba información de interés público a los medios independientes? ¿O le prohibía a los funcionarios que fueran a los medios a rendir cuentas de sus acciones? Es decir, cuando incumplía de forma deliberada las funciones para las que se le pagaba con fondos públicos. Es irónico que ese mismo exfuncionario se acercara al Tribunal Electoral, el 28 de abril de 2015, para exigir información de interés público, basado en la Ley de Transparencia, que él violó en su momento.
El 23 de noviembre de 2014, en Aguadulce, la exministra de Trabajo acusó al presidente Varela de intentar comprar a diputados de la Asamblea Nacional. Olvidaba que Martinelli, al asumir el poder contaba con solo 14 diputados, y que a punta de dádivas y beneficios a costas del erario, sumó 23, más otros del opositor PRD, quienes apoyaron su gestión.
A propósito de los procesos por corrupción que se le siguen a exfuncionarios del pasado gobierno, escuchamos que líderes de Cambio Democrático denuncian “persecución política”, y sus abogados hablan de “violaciones al debido proceso”, cuando los indicios y evidencias del asalto cometido contra el tesoro público salen a diario en los medios locales.
Los cínicos no son propiedad exclusiva de CD, también están en otros partidos políticos, en el Tribunal Electoral, la Corte Suprema de Justicia y en la Universidad de Panamá. Igual que, en su momento, Crates tuvo en Hiparquía a su fiel admiradora, los cínicos modernos tienen a incondicionales seguidores. Como Hiparquía, estos no han sido desalentados ni por la suciedad de los inculpados ni por el horror de su vida pública. Y como ella, no sienten vergüenza ante las atrocidades contra el fisco y la institucionalidad que cometieron sus defendidos. A menos que –como los viejos cultores del cinismo– sientan repulsión por el estado de derecho y el orden social.