La caída de Hosni Mubarak en Egipto ha revivido el debate recurrente sobre la recuperación de dineros robados por gobernantes y sus allegados, particularmente aquellos que se enquistan en el poder por tiempo prolongado, ya sea como dictadores o bajo mal llamadas democracias.
Tras la caída de Mubarak, la denominada Asociación Nacional para el Cambio encabeza un esfuerzo nacional, respaldado por el Centro Internacional de Recuperación de Activos (ICAR), con sede en Basilea, Suiza, para recuperar la enorme fortuna acumulada por Mubarak, sus familiares y testaferros. Además de estas instancias, bajo el Banco Mundial existe la unidad StAR (Stolen Asset Recovery Initiative) dedicada a apoyar el esfuerzo de recuperación de activos robados. La presión ha sido tal que horas después de la renuncia de Mubarak, el 11 de febrero de 2011, autoridades bancarias suizas ordenaron a los bancos de ese país que congelasen los activos de Mubarak y sus asociados.
Producto de ese esfuerzo, que se sustenta en la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, adoptada por la Asamblea General en octubre de 2003 y con vigencia desde diciembre de 2005, el pueblo egipcio espera recuperar gran parte de la fortuna acumulada ilegalmente por Mubarak y sus allegados. Según The New York Times, algunos estiman esa fortuna en 70 mil millones de dólares, aunque autoridades estadounidenses calculan que podría ser de 3 mil millones de dólares.
Sea cual sea la fortuna, el éxito del esfuerzo de recuperación dependerá del empeño que ponga el Gobierno de Egipto, advirtió el director de ICAR, Daniel Thelesklaf, quien subrayó que las nuevas autoridades deberán impulsar una investigación criminal como parte del debido proceso. Entre los activos que serán objeto de investigación figura una valiosa propiedad en Londres a nombre de Ocral Enterprises of Panama, con representación legal en Panamá. Se afirma que su verdadero propietario es Gamal Mubarak, hijo menor del ex presidente egipcio. Frente a este indicio nos preguntamos si habrá en el sistema bancario panameño o bajo el esquema de sociedades anónimas otras empresas utilizadas como paraguas de activos de Mubarak y sus asociados.
Complace que en Egipto haya surgido un movimiento fuerte para recuperar activos apropiados ilegalmente por el ex presidente, sus familiares y allegados. El mecanismo de enriquecimiento ilícito aplicado por Mubarak y sus testaferros es muy parecido al utilizado por líderes políticos en América Latina. Mubarak había creado una élite “empresarial” que aprovechó el proceso de privatización de empresas estatales para participar en las nuevas empresas y acumular cuantiosas fortunas.
También se crearon empresas dedicadas a inversiones en petróleo, gas, acero, cemento, alimentos y bienes raíces que respondían al grupo del presidente. Según Samer Soliman, profesor de política económica de la Universidad Americana de El Cairo, “la corrupción de la familia Mubarak no consistía en robar del presupuesto estatal; se trataba de transformar capital político en capital privado”. Algo que nos debe parecer muy familiar a los panameños.
En 2004, después de 18 años de grandes esfuerzos, Filipinas logró recuperar $624 millones que el ex presidente Ferdinand Marcos y su familia mantenían en bancos suizos. Mejor suerte tuvieron Perú, que ese mismo año logró repatriar $180 millones que Vladimiro Montesinos mantenía depositados en bancos de Suiza, Islas Caimán y EU después de tres años de esfuerzos, y Nigeria que en 2006 logró recuperar $505 millones robados por el fallecido ex dictador Sani Abacha, tras menos de un año de gestión. En esta ocasión el pueblo egipcio cuenta con un instrumento internacional como lo es el Convenio de Naciones Unidas contra la Corrupción, centros especializados como son ICAR y StAR, y la voluntad de países que antes eran refugio seguro de fortunas mal habidas.
Sin duda, el ejemplo que nos brinda Egipto debe ser modelo a emular para perseguir, no solo a líderes que en el pasado han acumulado cuantiosas fortunas aplicando prácticas como las denunciadas, sino a quienes hoy o mañana pretendan acumular fortunas, amparándose en la ventaja que les brinda el ejercicio de cargos públicos. Los políticos corruptos deben mirarse en el espejo que nos ofrece Egipto para comprender que no hay en este mundo sitio seguro para guardar sus fortunas mal habidas. Y las organizaciones de la sociedad civil deben tomar como referencia el ejemplo que les brinda en Egipto la Asociación Nacional para el Cambio.