Memorias de la transición: Franklin Castrellón

Memorias de la transición: Franklin Castrellón

La primera etapa de la transición del Canal a manos panameñas fue un camino difícil y empedrado por los conservadores de Estados Unidos (EU) en combinación con una mayoría de los zoneítas que controlaba la Comisión del Canal de Panamá. Esa es la conclusión del libro La transición del Canal a Panamá, 1979–1990, de Fernando Manfredo, Jr., presentado en un acto formal en la rotonda del Edificio de Administración del Canal el 8 de abril de 2015.

Como amigo de Manfredo y protagonista de las luchas que él lideró en representación de su patria para que se ejecutara el tratado conforme a su letra y espíritu, me correspondió interactuar en la ceremonia junto al Ing. Carlos Alvarado, exfuncionario del Canal, y los periodistas Zoilo Martínez de la Vega y José De Córdoba, presentando testimonios sobre el libro y nuestras experiencias.

El propio Manfredo había pronosticado la ardua tarea que habría que enfrentar cuando, tras la euforia que produjo la ratificación de los tratados (el del Canal y el de su Neutralidad Permanente), advertiría que ellos completaban un período de lucha, pero inauguraban otro. Lo que no sabía era que el destino le tenía reservado un lugar de primera fila en las luchas por venir. Con la aprobación de los tratados, conforme a una promesa del general Omar Torrijos, se inició el proceso de democratización del país con la elección del presidente Aristides Royo. Con ello terminó el período de Manfredo como ministro bajo la presidencia de Demetrio B. Lakas. Al llegar a su casa, lo esperaba una demostración de sus hijas con letreros que leían: “¡Bienvenido a casa, papá! ¡La casa es primero! ¡Abajo con Royo!”. Ignoraban que poco después de la firma de los tratados, Torrijos le había pedido que aceptara el cargo de subadministrador del Canal y que al ser electo, Royo le había solicitado que se integrara al equipo que planificaría la implementación de los tratados.

Muy temprano, Manfredo comenzó a experimentar en carne propia sus premonitorias palabras. Antes de que asumiera el cargo, el asesor legal del Canal expresó su opinión de que, como subadministrador, no podría ocupar la residencia del vicegobernador porque estaba reservada para un estadounidense. Al enterarse, Torrijos advirtió que de ser necesario utilizaría tropas de la Guardia Nacional para que Manfredo ocupase la residencia reservada para el subadministrador. El problema quedó superado.

Por su parte, el ala conservadora del Congreso de EU tenía planes de obstruir el proceso de transición. El presidente Jimmy Carter envió un proyecto de ley de implementación del Tratado que respetaba su letra y espíritu, pero fue echado a un lado y en su lugar se aprobó la Ley 96-70, que ignoraba el concepto de administración conjunta y la colocaba bajo la supervisión del Departamento de Defensa. Incluso exigía que el subadministrador panameño jurara lealtad a EU ante el Senado, cosa que Manfredo rechazó. Además, establecía la facultad del presidente de la junta directiva de dirigir el voto de la mayoría estadounidense, lo que neutralizaba el rol de los directivos panameños.

Relata Manfredo en sus memorias que le llamó la atención que Torrijos no asistiese a la gran concentración de implementación de los tratados, celebrada en Albrook. “Nunca le pregunté por qué no asistió”, relata. “Supe que quería demostrar que cumpliría con la promesa de que una vez logrado el tratado, los militares se retirarían del poder para darle paso a un gobierno civil democrático”, explicó.

En cuanto a su experiencia en la planificación de la implementación del tratado, Manfredo recuerda el espíritu de unidad nacional que ello inspiró. Torrijos invitó el 22 de agosto de 1978 a la sociedad civil, y la respuesta fue espontánea y masiva. “Miles de empresarios, académicos y profesionales de primera categoría de todas las tendencias políticas contestaron el anuncio y se incorporaron a los diferentes subcomités”.

Las prioridades de Manfredo se concentraron en la panameñización y la modernización del Canal, de manera que Panamá recibiese una vía en óptimas condiciones con una fuerza laboral panameña debidamente capacitada (ver “La panameñización del Canal”, La Prensa 7 y 8 de septiembre de 2011). No menos importante fue su compromiso de evitar que el Canal fuese penetrado por la política partidista, tesis que promovió en las conferencias que dictó en el país. Este fue, sino el mayor, uno de sus principales aportes al país.

Durante la dictadura de Manuel A. Noriega, Manfredo resistió las presiones de este y algunos radicales de la Cruzada Civilista para que asumiera una posición frente a la crisis, pero siempre sostuvo que el Canal debería mantenerse al margen de los vaivenes políticos. Esto le valió que fuese declarado “traidor a la patria” por el gobierno del dictador. Su gestión fue reconocida tanto por el Gobierno de EU, que lo condecoró el 10 de mayo de 1991 con la Medalla del Presidente, como por el Gobierno panameño que le otorgó el 7 de octubre de 1997 la condecoración Belisario Porras en el grado de Gran Cruz.

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