Amparada en la evidente contradicción, que en este tema -y tantos otros-, existe entre el marco legal y las necesidades nacionales, florece la visión sectaria y dañina que prima entre buena parte de los políticos criollos y que concibe este paréntesis de espera, como un lapso apropiado para el sabotaje de los esfuerzos gubernamentales de quienes sucederán a la administración que se despide.
Uno de los síntomas más claros del subdesarrollo político (y de los retrocesos que en todos los ámbitos éste conlleva) es la falta de continuidad de los esfuerzos y políticas entre un gobierno y otro. En este contexto, ¿puede alguien imaginarse una mejor garantía para la pobreza y el atraso, que la particular forma en que se suelen manejar las eternas transiciones políticas en Panamá? ¿Podemos esperar que la obviedad del asunto, conduzca eventualmente, no solo a la reducción de la larga espera sino a la mentalidad y los mecanismos que garanticen la continuación de programas que tengan como objetivo el bienestar del país?
Los políticos tienen la palabra.