Buscar la verdad, una tarea permanente

23 DE SEPTIEMBRE

La función del periodista es recabar y transmitir información de interés público a la sociedad, pero su objetivo fundamental es buscar la verdad. Sobre ese objetivo, el Código de Ética del Colegio Nacional de Periodistas señala lo siguiente en su Artículo 1: “El periodista está al servicio de la sociedad, que reclama y tiene derecho a estar bien informada. Es su responsabilidad buscar la verdad de los hechos del interés de ella, y transmitirla a través de los medios a su disposición para satisfacer ese legítimo derecho”.

Es la persecución de ese fin lo que le ha merecido a la prensa independiente un nivel envidiable de credibilidad, solo superada por la Iglesia católica. Es gracias al ejercicio de esa responsabilidad que, luego del oscuro quinquenio pasado, las instituciones competentes del Estado han logrado avances importantes en la investigación de múltiples casos de corrupción. Clave en ese aporte ha sido el periodismo de investigación, un estilo revolucionario que surgió a principios del siglo pasado en Estados Unidos, cuando un puñado de periodistas (muckrakers) se dedicó a investigar y denunciar a funcionarios y empresarios corruptos.

En Estados Unidos fueron famosos los escándalos denunciados por Joseph Pulitzer contra allegados al expresidente Theodore Roosevelt por el manejo de los $40 millones pagados a la compañía francesa del Canal de Panamá, el espionaje de Watergate, que precipitó la renuncia del expresidente Richard Nixon en 1974, y la diseminación de información falsa por la periodista del NY Times Judith Miller sobre la posesión por Irak de armas de destrucción masiva, para justificar el ataque de Estados Unidos. Después de una extensa investigación periodística sobre su rol en ese affaire, Miller concedió haber actuado indebidamente (WMD—I got it totally wrong).

En Panamá, el periodismo de investigación alcanzó notoriedad a raíz de las investigaciones realizadas sobre la desaparición del sacerdote Héctor Gallego, el asesinato de Hugo Spadafora y la denominada masacre de Albrook. Durante el gobierno del expresidente Ricardo Martinelli, periodistas realizaron valiosas investigaciones, que han sido la base de algunos de los procesos legales de instituciones del Estado contra exfuncionarios y empresarios vinculados a presuntos actos de corrupción.

Estudiosos de este novedoso estilo concluyen que el periodismo de investigación requiere de tres elementos: el trabajo investigativo de uno o varios reporteros, el tema debe ser de interés público y sus protagonistas intentan mantener el hecho oculto al público. Para el periodista Daniel Santoro, fundador del Foro de Periodismo Argentino (Fopea), entidad dedicada a trabajar en el mejoramiento de los estándares éticos y profesionales del periodismo argentino, “la investigación es la esencia de nuestro oficio, porque el periodismo es siempre indagación y búsqueda”.

Lamentablemente, en los últimos años ha surgido la tendencia entre algunos comunicadores a privilegiar informaciones transmitidas a la ligera o captadas de las redes sociales, sin detenerse a verificar su veracidad. En esta vena, he observado una insistencia en descalificar información estadística para privilegiar percepciones, soslayando el hecho de que mientras aquella es una ciencia cuya utilidad es clave para las actividades públicas y privadas, las percepciones pueden fabricarse en las redes sociales o producirse por una inusual frecuencia de eventos que la generen.

También ha sido comentado insistentemente el estancamiento de la economía, tras un periodo de alto crecimiento impulsado por varios factores, entre ellos el irresponsable manejo de las finanzas públicas por el pasado gobierno. En un escenario de ralentización de la economía mundial, como ocurre hoy día, es imposible para un país como Panamá, que depende de los servicios internacionales, mantener las altas tasas recientes. A menos que tenga una excepcional capacidad de ahorro interno para activar inversiones cuando el mercado mundial esté deprimido.

Cuando se anunció la asignación de $10 millones anuales para el programa “Panamá bilingüe”, también surgieron críticas porque “primero, hay que enseñar bien el español”. Por supuesto que el Ministerio de Educación debe fortalecer la enseñanza de nuestra lengua materna, por las evidentes debilidades, incluso entre los docentes. Pero alegar que antes de enseñar inglés, los estudiantes deben escribir bien el español es absurdo. Para un país que sustenta su desarrollo en el sector terciario, resulta no solo conveniente, sino necesario impulsar el conocimiento del inglés desde la educación primaria.

El periodismo panameño ha dado grandes aportes a la recuperación de la democracia y ahora lucha por la vigencia de una justicia igual para todos. Pero también esa prensa que se ha posicionado con un alto nivel de credibilidad en la opinión pública, debe someterse a una autocrítica para mejorar su desempeño y su aporte a la nación. En otros países, algunas empresas aplican auditorías para medir el desempeño y nivel de credibilidad de sus periodistas. Aquí pudiera aplicarse esa métrica y sus resultados serían beneficiosos tanto para los medios como para los periodistas y la sociedad, sujeto y objeto de su labor.

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