El hábitat de las ballenas coincide en un 92% con la rutas del tráfico marino mundial, pero menos de un 7% de las zonas de alto riesgo de colisión cuenta con medidas estratégicas para proteger a estos animales, algunos de ellos en riesgo de extinción.
Miles de ballenas resultan heridas o mueren cada año al ser golpeadas por buques, en particular con los grandes portacontenedores, que transportan el 80% de las mercancías comercializadas en el mundo a través de los océanos.
Sin embargo, la ampliación de los esfuerzos para proteger a los cetáceos a solo el 2.6% de la superficie del océano podría reducir significativamente estas colisiones mortales, ayudando a la conservación de las ballenas en medio del auge del transporte marítimo mundial, indica un estudio que se publica en Science.
Zonas críticas de riesgo
Un equipo internacional liderado por la Universidad de Washington (Estados Unidos) cartografió el tráfico marítimo mundial y los hábitats de cuatro ballenas muy extendidas geográficamente y amenazadas por el transporte marítimo: el rorcual azul, el rorcual común, la jorobada y el cachalote.
De esta manera pusieron de manifiesto los puntos críticos de riesgo de colisión, algunos ya conocidos, como la costa norteamericana del Pacífico, Panamá, el mar Arábigo, Sri Lanka, las Islas Canarias y el mar Mediterráneo.
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Pero también identificó regiones poco estudiadas de alto riesgo de colisión como el sur de África; Sudamérica, a lo largo de las costas de Brasil, Chile, Perú y Ecuador; las Azores; y Asia oriental, frente a las costas de China, Japón y Corea del Sur.
El equipo descubrió que solo alrededor del 7% de las zonas de mayor riesgo cuentan con medidas para proteger a las ballenas de esta amenaza, entre ellas reducciones de velocidad, tanto obligatorias como voluntarias, para los buques que cruzan aguas que coinciden con zonas de migración o alimentación de ballenas.
Algunos aspectos positivos
“Aunque hemos encontrado motivos de preocupación, también hemos hallado algunos aspectos positivos”, según la líder del estudio Briana Abrahms, de la Universidad de Washington.
En este sentido, destacó que “la aplicación de medidas de gestión en solo un 2.6% adicional de la superficie del océano protegería todos los puntos calientes de mayor riesgo de colisión que identificamos”.
A menudo, las actividades industriales “deben limitarse mucho para alcanzar los objetivos de conservación, o viceversa. En este caso, hay un beneficio potencialmente grande para la conservación de las ballenas a cambio de no mucho coste para la industria naviera”, resaltó la también firmante Heather Welch, de la Universidad California en Santa Cruz (Estados Unidos).
El equipo analizó las aguas en las que viven, se alimentan y migran las cuatro especies de ballenas estudiadas con datos de diversa procedencia, entre ellos 435,000 avistamientos únicos.
Esta base de datos la combinaron con información sobre los recorridos de 176,000 buques de carga entre 2017 y 2022 −seguidos por el sistema de identificación automática de cada buque y procesados mediante un algoritmo de Global Fishing Watch− para establecer dónde es más probable que se encuentren ballenas y buques.
El equipo descubrió que las medidas obligatorias para reducir las colisiones entre ballenas y barcos eran muy escasas, superponiéndose solo al 0.54% de los puntos calientes de ballena azul y al 0.27% de los de ballena jorobada, y a ningún punto caliente de rorcual común o cachalote.
Aunque muchos puntos calientes de colisión se encontraban dentro de áreas marinas protegidas, estas reservas a menudo carecen de límites de velocidad para los buques, ya que se establecieron en gran medida para frenar la pesca y la contaminación industrial.
En el caso de las cuatro especies, más del 95% de los focos de colisión están en la costa, dentro de la zona económica exclusiva de cada país, lo que para el equipo significa que cada Estado podría aplicar sus propias medidas de protección en coordinación con la Organización Marítima Internacional de la ONU.
De las escasas medidas vigentes, la mayoría se aplican en la costa del Pacífico norteamericano y en el Mediterráneo, entre ellas reducir la velocidad, cambiar rutas o crear sistemas de alerta para notificar a las autoridades y a los navegantes cuando hay ballenas cerca.