En las fincas bananeras de Chiquita Panamá ya se perdió la batalla por salvar la fruta. Cuatro semanas después del inicio de la huelga que paralizó la producción en Bocas del Toro, el impacto es devastador: dos millones de cajas de banano no han salido del país. Ese es el cálculo de quienes conocen esta industria.
Cada jueves, dos buques salían del puerto de Almirante con destino a Europa cargando 400 contenedores de banano. Ya van cuatro semanas sin embarques.
Esto significa que son 1,600 contenedores que no zarparon. La cadena de producción, que inicia desde el campo, se rompió. “La fruta no se puede guardar”, advierten los técnicos consultados por La Prensa.
El banano es una fruta climatérica, lo que implica que continúa su proceso de maduración postcosecha. Por lo tanto, aunque algunos racimos presenten una apariencia adecuada, el exceso de tiempo en campo puede haber acelerado procesos que comprometan su firmeza, color y vida útil, reduciendo la probabilidad de que lleguen en condiciones óptimas al mercado de destino.
En las fincas de Chiquita Panamá la maleza crece sin control, los racimos se marchitan sin protección y la sigatoka —una de las peores enfermedades del cultivo— avanza sin que nadie la detenga.
Cada jueves, dos buques salían del puerto de Almirante con destino a Europa cargando 400 contenedores de banano. Ya van cuatro semanas sin embarques a raíz de la huelga de los trabajadores de Chiquita Panamá.
— La Prensa Panamá (@prensacom) May 22, 2025
Video de cortesíahttps://t.co/rLx5Yn2AoO pic.twitter.com/7hhDZvzzrp
La falta de fumigación aérea, el abandono del deshoje y la ausencia de control de insectos son síntomas de una parálisis que compromete no solo la cosecha actual, sino también la salud de las plantaciones a mediano plazo.
En fotografías a las que ha tenido acceso este medio, se observa que las bolsas plásticas azules que protegen cada racimo ya no se colocan, dejando la fruta expuesta al sol, a los hongos y a las plagas. Lo que no se cosecha, ya no sirve. Y en varias de las imágenes se observa el fruto en el suelo.

La huelga, que inició el 28 de abril, fue declarada ilegal el 16 de mayo por el Juzgado de Trabajo de la Quinta Sección de Changuinola. Pero el Sindicato de Trabajadores de la Industria del Banano (Sitraibana) se mantiene firme.
Mientras tanto, en el campo no se da mantenimiento: no hay deshoje, ni control de maleza, ni fumigación.
La convención colectiva entre Chiquita y Sitraibana contempla que, incluso durante una huelga —que en este caso es ilegal—, deben garantizarse los trabajos mínimos para proteger la sanidad de la planta. Pero no se están realizando.
El lunes 12 de mayo, Chiquita Panamá informó la suspensión definitiva de la producción en una finca completa y en áreas adicionales —equivalentes a dos fincas— en Bocas del Toro.
Después de cuatro semanas de huelga, el Sindicato de Industriales de Panamá advirtió que la situación amenaza con escalar aún más, poniendo en riesgo la estabilidad de toda la cadena productiva bananera en el país.
La protesta no ocurre en un vacío. Aunque se originó por la inconformidad con la ley que reforma el sistema de pensiones y la estructura de la Caja de Seguro Social, el malestar es más profundo. El propio gobierno reconoce que lo que ocurre en Changuinola es también un grito acumulado de una región que se siente abandonada.
“Nos han señalado problemas graves que no fueron atendidos por gestiones anteriores. Hay deficiencias que deben corregirse de forma inmediata si queremos garantizar una salud laboral digna en esta región”, indicó el director de la CSS, Dino Mon.