Daniel Pardo - BBC News Mundo
Durante el cierre de la campaña presidencial de Jeannette Jara, entre cumbias y banderas, el público cantó un viejo y polémico ataque a la policía según el cual “el que no salta, es paco”. Y ella, si bien risueña, respondió con un llamado a la mesura.
“Les propongo lo siguiente —dijo—; hagamos que nuestra campaña, en vez de basarse en descalificar a los demás, se base en abrazarlos”.
En la mente de la candidata probablemente estaban los pronosticados resultados de la primera vuelta de este domingo, en los que ella quedó de primera, con el 26%, y el derechista José Antonio Kast pasó de segundo con el 24%.
De cara a la segunda vuelta, el 14 de diciembre, y sin haber podido lograr el 30% este domingo, Jara tiene el reto de conseguir votos fuera de su base en un electorado preocupado por la seguridad y la inmigración, temas fuertes de la derecha, y crítico del gobierno saliente de Gabriel Boric, del que ella fue ministra.
Las encuestas predicen que los votos de la centroderechista Evelyn Matthei y del libertario Johannes Kaiser, que suman un 27%, irán a Kast. Por lo tanto, Jara deberá seducir a buena parte del 19% del tercer candidato, el economista Franco Parisi.
Sin embargo, si algo ha demostrado Jara durante esta campaña es que su carisma, su historia de vida y parte de sus resultados como política le permiten mostrar una cara menos extrema de lo que sugiere el sector del que surgió, el Partido Comunista (PC).
Una cara, suelen decir sus simpatizantes, “como la gente”: venida de abajo, consciente de los problemas cotidianos, hecha a pulso. Más pragmática que ideológica, más dialogante que combativa. Que quiere, entre otras cosas, garantizarles un ingreso mínimo a todos los chilenos de US$700 al mes.
Por eso, en parte, arrasó en las primarias de la izquierda. Por eso, también, cuenta con el apoyo de Boric y Michelle Bachelet. Y por eso, si bien no es la favorita en la segunda vuelta, resulta imposible descartar una sorpresa.
¿Quién es, entonces, Jeannette Alejandra Jara Román, “La Jenny”?

De origen popular y militante
Nació el 23 de abril de 1974 en Conchalí, una comuna de bajos recursos del norte de Santiago.
Su padre, mecánico y sindicalista, tenía una cabaña en El Tabito, en la costa, donde la familia pasaba el verano “sin agua, ni luz, ni baño”, según ha dicho Jara.
A sus 14 años, cuando Augusto Pinochet estaba en el poder, entró a las bases clandestinas del Partido Comunista.
Ha contado, de hecho, que por esas épocas Pinochet fue a su escuela para un evento. Y ella, como era parte del grupo de la Cruz Roja, tenía que saludarlo. Cuando llegó el momento de hacerlo, sin embargo, se desmayó.
“No sé si por susto, por miedo o por otra cosa”, dice. “Era todo un tema para mí porque mi padre era un hombre de izquierda (…) Hoy siento que me alegro de no haber vivido ese momento con alguien tan cruel con los chilenos”.
Jeannette es la mayor de cinco hermanos a quienes ayudó a criar. Es la única de ellos que fue a la universidad. Suele decir que “no conocía a nadie que hubiese ido a la universidad hasta que yo fui”.

Estudió administración pública en la Universidad de Santiago de Chile y, luego, derecho en la Universidad Central. Ambas las pagó con empleos informales y temporales.
A los 19 años se casó con Gonzalo Garrido, un dirigente estudiantil e ingeniero eléctrico que dos años después se suicidó en medio de una fuerte depresión.
“Quedar viuda a los 21 fue un golpe fuerte”, dijo en una entrevista con Teletrece. “Aprendí lo que es la resiliencia, a mirar siempre el vaso medio lleno”.
Jara asegura que usó la militancia para llevar su duelo.

Sindicalista experta en derecho tributario
A principios de los años 90, el régimen pinochetista recién terminaba. La transición democrática pactada generaba escepticismo entre las juventudes de izquierda, que esperaban un cambio de modelo más claro, menos gradual.
El Partido Comunista, por su férrea crítica al neoliberalismo, fue el único movimiento de izquierda que se mantuvo fuera de la coalición oficialista de la llamada Concertación.
Jara, como dirigente estudiantil, proponía que “la universidad esté al servicio del país, y no al servicio de un mercado”.
El momento político, a sus ojos, exigía cohesión y resistencia de los movimientos estudiantiles. Se postuló a la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad, y ganó.
En 1997 la arrestaron en una protesta y, al salir del penal, organizó un evento con Silvio Rodríguez conmemorando los 30 años de la muerte de Ché Guevara.
Aunque durante la campaña Jara ha matizado su postura frente a la Revolución Cubana —así como frente a la Revolución Bolivariana—, en esa época era mucho más que una simpatizante.
El portal The Clinic citó su discurso durante el evento para el guerrillero argentino: “Este acto conmemorará un ideal que no ha muerto, que se proyecta en el tiempo y del cual los jóvenes nos sentimos dignos portadores”.
Tras graduarse de su primera carrera, a principios de siglo, Jara ingresó al Servicio de Impuestos Internos y se vinculó al movimiento sindical, donde fue ganando espacios de poder a medida que ganaba elecciones internas y se especializaba en derecho tributario y laboral.

La entrada a la política
Una década después, ya casada por segunda vez y convertida en madre, entró a la política, primero como asesora del ministro de Desarrollo Social y luego en la Subsecretaría de Previsión Social durante el segundo mandato de Michelle Bachelet (2014-2018), hoy su amiga y para muchos, una suerte de antecedente político.
Era la primera vez que el PC, de a poco acomodado dentro del sistema político como una fuerza poderosa pero marginal, tenía cuotas reales de poder.
“El PC chileno combina la plasticidad con la ortodoxia, y eso es lo que le permite ir adquiriendo relevancia y eso es exactamente lo que encarna Jara”, dice Rolando Álvarez, un historiador experto en el partido.
“Ella es parte del diseño de la base social del partido y se consolidó como una líder del ala menos sectaria, sino renovadora (…) Además tiene un origen popular, es una militante de tomo a lomo que para mucha gente suena familiar”, añade.

En 2018, la derecha volvió a la presidencia y Jara se dedicó a la consultoría. En el estallido social de 2018 y 2019 representó a manifestantes acusados.
Esa ola de protestas se tradujo en la elección de Gabriel Boric, en 2021.
Un año después, el oficialismo se vio arrinconando por la derrota del plebiscito constitucional. Boric tenía que reacomodar su gabinete. Llamó a Jara para presidir el ministerio de Trabajo.
Y allí, la hoy candidata promovió ambiciosas reformas que sirven de carta de presentación en campaña: intervino el sistema de pensiones, redujo la carga laboral a 40 horas por semana y aumentó el salario mínimo.
Muchos los consideran como los logros más claros del gobierno saliente. Y los gestionó con diálogo y conexión con las bases.
La candidata Jara tendrá ahora la tarea de aplicar esas virtudes para capturar votos del centro-derecha y mitigar con su perfil pragmático el miedo al comunismo que alientan desde el sector opuesto.
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