Panamá enfrenta grave desinformación: muchos aún confunden VIH y sida

La respuesta nacional frente al virus de inmunodeficiencia humana (VIH) sigue marcada por profundas brechas de desinformación, estigma social y desigualdades territoriales que dificultan el diagnóstico temprano y la prevención.

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Así lo advirtió Natasha Dormoi, coordinadora de Aids Healthcare Foundation (AHF-Panamá), en una entrevista con La Prensa, en la que alertó que todavía persisten confusiones elementales entre VIH y sida, un fenómeno que alimenta el miedo a hacerse la prueba y que contribuye al aumento de casos avanzados que llegan a los servicios de salud.

Dormoi explicó que el nivel de conocimiento en Panamá es “heterogéneo y relativo”, pues varía de acuerdo con la calidad de los servicios disponibles en cada región. En áreas urbanas, donde hay mayor oferta de centros de salud, organizaciones comunitarias y campañas informativas, el nivel de desinformación es menor. Sin embargo, en zonas rurales y comarcales —donde la pobreza, las distancias y el acceso limitado a servicios médicos siguen siendo la norma— persiste un alto grado de desconocimiento sobre el virus, su transmisión y el tratamiento.

Estas advertencias coinciden con datos epidemiológicos que reflejan que Panamá continúa registrando una proporción significativa de diagnósticos tardíos, un indicador que preocupa a especialistas del Ministerio de Salud (Minsa) y de organizaciones comunitarias.

Precisamente, un estudio indica que el 72% de las personas diagnosticadas con VIH en el país inicia su tratamiento en etapas avanzadas, una condición que incrementa drásticamente el riesgo de complicaciones, infecciones oportunistas y mortalidad.

Panamá enfrenta grave desinformación: muchos aún confunden VIH y sida
Natasha Dormoi, coordinadora de Aids Healthcare Foundation (AHF-Panamá). Isaac Ortega

Brechas educativas en salud pública

Dormoi reiteró que una de las principales barreras del país es la falta de una política pública que obligue a las escuelas —públicas y privadas— a impartir educación sexual integral con enfoque en salud pública y prevención. “Esa es quizá la mayor limitante estructural que enfrentamos. Sin una política clara, cada centro educativo decide qué enseñar y cómo hacerlo, y en la mayoría de los casos la educación sexual no se aborda de manera científica ni accesible”, señaló.

Añadió que esta ausencia repercute directamente en la edad de inicio sexual y en la falta de acceso a información verificada, lo que termina dejando a los adolescentes y jóvenes expuestos a mitos, rumores y narrativas incorrectas sobre el VIH.

Dormoi insistió en que los medios de comunicación también deben asumir un rol más proactivo, garantizando que la información difundida sea rigurosa y consistente, y no solo durante las fechas conmemorativas.

Confusión persistente entre VIH y sida

Uno de los puntos que Dormoi subrayó repetidamente es la persistencia de ideas erróneas que confunden ambos términos, incluso entre adultos jóvenes. “Todavía hay mucha gente que piensa que VIH y sida son lo mismo. No lo son. Una persona puede vivir con VIH durante años sin desarrollar sida, especialmente si accede a tratamiento temprano”, dijo.

Esta confusión genera un miedo profundo, pues el imaginario social sigue asociando el virus con enfermedad terminal, muerte inminente o rechazo social. Especialistas del sistema público concuerdan con esta observación: la confusión conceptual alimenta el silencio, la negativa a realizarse pruebas y la búsqueda tardía de atención médica.

Dormoi recordó que, en Panamá, el tratamiento es gratuito en el sistema público y que la terapia antirretroviral (TARV) ha avanzado de forma significativa, reduciendo los efectos secundarios y permitiendo que las personas mantengan una vida saludable y activa. “La recomendación es hacerse la prueba al menos una vez al año, o con mayor frecuencia según las prácticas sexuales. La prevención empieza por conocer el propio estatus”, afirmó.

Panamá enfrenta grave desinformación: muchos aún confunden VIH y sida
AHF Panamá distribuye condones gratuitos como parte de sus acciones de prevención del VIH en comunidades y espacios públicos. Cortesía

Costos económicos y desigualdad en el acceso

En el sector privado, el costo de los antirretrovirales puede oscilar entre 185 y 200 dólares mensuales, dependiendo del esquema de tratamiento. Para Dormoi, esta diferencia económica evidencia la importancia del sistema público para garantizar la continuidad terapéutica, especialmente en un país donde amplios sectores enfrentan dificultades económicas.

Las organizaciones que trabajan con poblaciones vulnerables lo ven a diario. La falta de recursos, los traslados largos a los centros de salud, la inestabilidad laboral y la discriminación en el entorno familiar son factores que afectan directamente la adherencia al tratamiento, lo que aumenta el riesgo de que las personas desarrollen sida o presenten complicaciones médicas graves.

Uno de los aspectos que Dormoi repite con mayor frecuencia es que el mayor temor no es el resultado de la prueba, sino el estigma. “La gente teme perder su relación de pareja, ser rechazada por su familia, enfrentar discriminación en el trabajo o que su diagnóstico sea divulgado sin permiso. Ese miedo paraliza”, explicó.

La Ley 40 de 2018 prohíbe solicitar pruebas de VIH como requisito para contratar o despedir, y garantiza la protección de la confidencialidad. No obstante, Dormoi reconoce que muchas situaciones de discriminación siguen ocurriendo. “Falta más educación en entornos laborales, acompañada de sanciones efectivas y mecanismos de denuncia accesibles para las personas afectadas”, señaló.

Panamá en el contexto regional

En términos epidemiológicos, Panamá se asemeja a otros países de América Latina con epidemias concentradas en poblaciones clave —como hombres que tienen sexo con hombres, mujeres trans, trabajadoras sexuales y migrantes—, donde el aumento de nuevas infecciones ha estado acompañado de barreras estructurales que dificultan una respuesta integral.

El incremento de casos reportados en los últimos años, explicó Dormoi, no debe interpretarse únicamente como un aumento en las infecciones, sino también como resultado de la mayor oferta de pruebas impulsada por organizaciones como AHF, Probidsida (Fundación Pro Bienestar y Dignidad de Personas con Sida), la Asociación Viviendo Positivamente y la Asociación Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá, además de campañas comunitarias. “Esta ampliación de pruebas ha permitido identificar más casos en fases tempranas, lo que reduce la proporción de diagnósticos tardíos”, añadió.

Dormoi reiteró que, gracias a los avances en el tratamiento, una persona con VIH puede tener una expectativa de vida similar a la de cualquier persona sin el virus. “El diagnóstico temprano es decisivo y puede cambiar por completo la evolución de la enfermedad”, subrayó.

Para ella, el mayor desafío sigue siendo romper el silencio impuesto por el estigma moral y sexual, un obstáculo que atraviesa generaciones y territorios. Persisten mitos que asocian el VIH con culpa, promiscuidad o determinados grupos poblacionales, y esa narrativa, dijo, “sigue siendo la raíz del miedo”.

En criterio de Dormoi, mientras persistan la desinformación, el estigma y la confusión entre VIH y sida, el país seguirá registrando diagnósticos tardíos que agravan la carga clínica y económica de la enfermedad. Reforzar la educación, ampliar las pruebas y desmontar prejuicios sociales, advierten, es indispensable para evitar que más panameños lleguen a los servicios con el virus en etapas avanzadas.

Perfil de la entrevista

Exdirectora de la Oficina de Asuntos Internacionales y Cooperación Técnica

Educadora y salubrista con experiencia en el área de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

Coordinadora en Panamá de AHF, una organización sin fines de lucro con presencia en 45 países.


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