Diciembre ha sido para este servidor desde hace mucho tiempo, un mes de muchos sentimientos tan diferentes como combinados, que se hace muy difícil de explicar y obviamente más difícil aún de entender.
En las ciudades más grandes del país se produce un fenómeno que este año se ha repetido en otros meses, pero con un impacto similar. Pareciera que todos los conductores de la respectiva ciudad deciden salir el mismo día y a la misma hora, y las mencionadas metrópolis literalmente “se trancan”. En la capital, esta situación se ha estado presentando este año más comúnmente de lo que la mayoría esperaba. Así vemos, principalmente en horas de la tarde, vías como la Cinta Costera/Ave. Balboa o, peor aún, la Ramón H. Jurado en Punta Pacífica, literalmente “colapsan” y pasan horas antes de que los autos avancen 10 o 20 metros.
Lo más interesante es que rara vez se ven agentes del tránsito (Policía o ATTT) ayudando a desenredar la irresponsabilidad de conductores, la de las señalizaciones que nadie entiende o que no hacen sentido y, en raras ocasiones, las instrucciones que imparten los pocos uniformados que se ven en esos días; bueno, a menos que caigan en quincena.
En diciembre es tradicional que haya muchos carros en las calles y siempre se ha asumido que es porque la gente sale a comprarle regalos a las madres, luego viene el pago del décimo tercer mes, las cuentas de Navidad, y los centros comerciales, plazas, tiendas, puestos de buhonería y hasta los semáforos se llenan de compradores.
Debo asumir que, si es buena la queja que se escucha de que “no hay plata”, entonces la gente se está endeudando de una manera tal que en enero tendremos un golpe de tal magnitud que el colchón que se infló en diciembre no será suficiente para compensar el hueco.
Ojo, no estoy criticando las quejas populares, pues todo el mundo tiene derecho a aspirar a más; lo que expreso más bien se refiere a la irresponsabilidad de gastar lo que no se tiene. Estoy convencido de que el 2026 será un año muy duro para la mayoría. Por un lado, hay quienes están convencidos de que el inminente reinicio de la extracción de cobre será la panacea que resolverá todos los problemas del país.
Sí estoy convencido de que esta acción sí empezará a mover la maquinaria necesaria para la contratación de personas; el Mitradel debe estar atento a que se cumplan las leyes del país. Lo mismo debe suceder con la recontratación de miles de personas en las zonas de producción del banano en Bocas del Toro.
Lo que sí han expresado varios expertos (los de verdad, no los de redes) es que el resultado de estos nuevos proyectos no se verá hasta alrededor de septiembre próximo. Esto quiere decir que no es soplar y hacer botellas. Al gobierno le espera un primer semestre con cuesta empinada, pues el famoso “chen chen” no asomará su cara hasta por lo menos el segundo semestre. Y es que era lógico: las finanzas que recibió el innombrable (o ya se le puede llamar como se le debe llamar) no fueron las mismas que recibió el heredero.
El mundo entero se ha visto expuesto a un debilitamiento del dólar estadounidense, lo cual, de una manera u otra, nos impacta directamente, al ser esta la moneda de referencia del país. Sin embargo, no todo es mala noticia, pues según se ha filtrado, el Canal de Panamá trae buenas noticias. Pero no nos engañemos: no todo gira alrededor de nuestro principal activo.
Los panameños tenemos dos épocas del año en que pareciera que “la plata no nos cuesta”: diciembre y Carnavales. El próximo año, afortunadamente para todos, los carnavales se adelantan y se celebrarán en la segunda quincena de febrero. Esto tiene su lado bueno y su lado no tan bueno. El bueno es que habrá mucho dinero en circulación solo cinco o seis semanas después de fin de año; lo malo es que habrá más endeudamiento y pensamos que no ha habido suficiente tiempo para que los bolsillos se recuperen.
Mi mensaje final, como decía el perrito: No se lo gasten todo (la cuña es gratis). Seamos responsables.
El autor es analista político y dirigente cívico.

