El distrito de Soná (Veraguas), al igual que otros pueblos del interior, siempre ha estado al servicio de los grandes latifundistas, como es el caso del expresidente Ricardo Martinelli y su familia, dueños de cientos de hectáreas con las mejores tierras para su ganado y la cosecha de arroz, que son los rubros principales de esta familia.
Gran parte de la población depende de trabajar en las grandes fincas de hacendados conocidos, ganando bajos salarios y sin las condiciones mínimas de seguridad.
Igual que en muchos casos, para los productos agrícolas se utilizan herbicidas que, con el efecto de las lluvias, van a parar a los ríos, quebradas y riachuelos, exterminando paulatinamente la fauna y flora acuática.
Para los terratenientes de Soná, la ganadería representa progreso, ya que esto les genera mucho dinero anualmente. Prácticamente una vaca puede vivir en media hectárea de terreno donde cabrían diez escuelas o cinco grandes hospitales.
Durante la gestión de Ricardo Martinelli se construyeron carreteras y puentes con el dinero de todos los contribuyentes; sin embargo, dichas obras no se hicieron por amor al prójimo, sino para facilitar el transporte de los productos agrícolas de los poderosos hacendados.
Hoy día, en el pueblo de Soná y sus alrededores abunda la pobreza, y el desempleo galopante de muchos jóvenes sigue obligando a que migren a la ciudad en busca de un futuro mejor.
Las autoridades locales —representantes, alcaldes y diputados— han sido financiadas por décadas, casualmente, por los mismos partidos de los cuales forman parte los terratenientes mencionados, quienes ven llegar al poder como sacarse la lotería y hacer más fortuna.
Lo lamentable es que mucha gente en estos distritos aún sigue bajo el credo del clientelismo y se conforma con las limosnas y migajas que los políticos les ofrecen. La típica frase “robó, pero hizo” sigue en la mente de muchos sonaeños como el gusano barrenador.
Para ponerle la cereza al pastel, ahora se han inaugurado algunos casinos con todas las comodidades para que los incautos vayan y pierdan lo que ganan. Existe un gran casino, perteneciente a un asiático, que contra toda norma se abrió hace poco a menos de 500 metros de la iglesia principal.
El alcalde, que es un trovador conocido del patio y, casualmente, miembro de un partido fundado por el expresidente Ricardo Martinelli, dio luz verde para que el casino y la venta de cerveza funcionen hasta altas horas de la madrugada. Su lema pareciera ser: “Bienvenidos sean si pagan”.
También en el distrito de Soná va en aumento la delincuencia y otros vicios que destruyen a su juventud. La informalidad va en aumento, al igual que la ludopatía y las máquinas tragamonedas de los casinos, que no solo se tragan el dinero de cientos de sonaeños, sino también se llevan la esperanza de un mejor futuro, amén de la desintegración familiar.
Solo para las fiestas de noviembre se puede ver al diputado y a otros funcionarios que, como ya es costumbre, disfrutan la “taquilla”, al igual que otros profesionales que prefieren hablar de miles de temas antes que de la situación socioeconómica y la salud mental del pueblo del distrito en mención.
El autor es sociólogo y docente.


