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Sabrina Sin Censura: Periodista, siempre periodista

Sabrina Sin Censura: Periodista, siempre periodista

Esta semana se celebra el Día del Periodista, pero llegamos a la fecha con una atmósfera que no es de celebración sino de advertencia: el cerco contra el periodismo libre se ha estrechado en el país. Dos de cada tres panameños percibe que existen límites reales para expresarse libremente y casi tres de cada cuatro considera que los medios no son independientes del gobierno o de las élites económicas. Las cifras del CIEPS encienden las alarmas sobre lo difícil que se ha tornado ejercer sin presiones el periodismo.

En Panamá la hostilidad contra los periodistas la lidera el propio presidente José Raúl Mulino. Cada jueves, en su conferencia de prensa, resuenan las reacciones agresivas ante las preguntas incisivas y frente a coberturas que cuestionan la transparencia de su gobierno. Y fuera de ese espacio, cuando los temas no le convienen —como el aumento de la inseguridad—, simplemente opta por no responder. Así, los señalamientos de los medios son catalogados de “bochinches”, “morbo” o “maldad”.

Este último adjetivo, dirigido al diario La Prensa, refleja cuán endeble y trillada es la estrategia oficial frente al periodismo crítico. ¿Es “maldad” preguntar qué hacía un arquitecto condenado por Blue Apple paseando por la futura Villa Diplomática? ¿O qué hacía Félix Fallabella —el del contrato exprés y socio de Ramón Carretero— en la tarima presidencial durante los desfiles patrios?

Este ataque frontal es complementado por otras herramientas: el hostigamiento judicial, la millonaria pauta estatal utilizada como premio o castigo y el creciente acoso digital contra periodistas, voces críticas y ambientalistas. Las campañas de desprestigio y desinformación —alineadas con la narrativa oficial y con los intereses económicos detrás de la reapertura de la mina— profundizan la desconfianza y vuelven aún más hostil el ambiente para hacer periodismo.

Los desafíos que enfrenta la profesión son más amplios. La confianza en los medios tradicionales se erosiona en todo el mundo, y las audiencias migran hacia plataformas digitales. En Estados Unidos, apenas 28 % confía hoy en los medios tradicionales, reflejo de una crisis de credibilidad que no proviene solo de los ataques del poder, sino también de un ecosistema digital más atractivo y de medios que no siempre han sabido adaptarse.

Por eso la autocrítica es vital. Los dueños y directivos deben proteger al periodismo independiente entendiendo que la sostenibilidad de sus negocios depende justamente de la credibilidad. Pero también hay que reconocer que parte del daño lo causan quienes, desde dentro, confunden el oficio con las relaciones públicas. El periodismo y el poder no pueden dormir juntos en la misma cama. En el estudio del CIEPS, los periodistas señalaron la concentración del poder político y económico como la mayor amenaza a la libertad de prensa, junto con la precariedad laboral que enfrentan.

Otro elemento clave para recuperar la confianza es la pluralidad. Los medios deben abrir espacio a todas las voces, incluso las que incomodan. El obispo de Colón, Manuel Ochogavía, lo recordó en su homilía del Cristo Negro al cuestionar la cercanía de los medios al poder y pedir “que no lo corten en los noticieros de la tarde”. Más allá de coincidir o no con su crítica, la viralidad de su mensaje confirma que las audiencias comparan, en tiempo real, lo que ven en redes con lo que transmiten los medios.

Según el CIEPS, 47 % de los panameños espera que los medios informen sobre asuntos de interés público y 8 de cada 10 teme no distinguir lo real de lo falso en internet. Esto muestra que aun con toda la desconfianza, hay demanda de periodismo, y sobre todo, necesidad.

Ahí está la paradoja de esta época: mientras más se fragmenta la información y más ruido hay, mayor es la urgencia de hacer periodismo con método, rigor y ética. La democracia requiere ciudadanos participativos, y esa participación solo es posible si conocen tanto lo bueno como lo malo que hacen sus autoridades.

Hace décadas, Marshall McLuhan dijo que “el medio es el mensaje”. Hoy, el mensaje son el método y la ética. Porque el periodismo —el de verdad— no depende del formato, sino de cómo y para quién se ejerce: pensando en la ciudadanía.

Hace un año, La Prensa me abrió este espacio para escribir “Sin Censura”. Esa decisión —en un país donde cuestionar al poder tiene costos— demuestra que aún existen trincheras donde se puede opinar con libertad y tratar de arrojar luz donde otros prefieren oscuridad. No todo está perdido. Y aunque cambie la plataforma, no cambiará mi oficio ni mi compromiso: periodista, siempre periodista.


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