Durante los días patrios es inevitable reflexionar sobre los hitos que han forjado la nación panameña y su camino hacia la soberanía total. Son momentos históricos que iluminan los desafíos actuales de nuestra vida republicana.
Escribo estas reflexiones el 10 de noviembre, día en que se conmemora el primer grito de independencia de Panamá, ocurrido en La Villa de Los Santos en 1821, y que culminó el 28 de noviembre del mismo año con la separación definitiva de España. A partir de ese momento, Panamá pasó a formar parte de la Gran Colombia, hasta el 3 de noviembre de 1903, cuando se concretó la separación y el nacimiento de la República de Panamá.
El 9 de enero de 1964 representa otro episodio crucial en la construcción de la soberanía nacional. La conocida Gesta del 9 de enero, liderada por jóvenes y dirigentes panameños, buscaba la recuperación de la soberanía en todo el territorio, la transferencia del Canal, el desalojo de las bases militares y la reversión de la extinta Zona del Canal, logros alcanzados finalmente el 31 de diciembre de 1999. Estas tres fechas marcan el largo camino de Panamá hacia su soberanía plena.
Otra fecha que no puede olvidarse es el 11 de octubre de 1968, cuando se interrumpieron los procesos democráticos vigentes desde 1903 y se instauró un gobierno de facto que se mantuvo hasta diciembre de 1989, cuando la invasión estadounidense derrocó al régimen militar.
Han pasado más de treinta años desde la caída de la dictadura, la eliminación de la Zona del Canal y la reversión del Canal a manos panameñas. Sin embargo, las etapas democráticas y soberanas posteriores no han sido ideales. La falta de liderazgo ha permitido la permanencia de la corrupción, el nepotismo y la pérdida de gobernabilidad. Es una frase aplicable a la mayoría de los panameños que hemos vivido años de zozobra sin ver un fin claro, pues cada vez que creemos haber superado una crisis, aparece otra igual o peor.
Hoy, la amenaza no viene de dictaduras internas, sino de presiones externas. Cuando un personaje conflictivo y con ambiciones de dominación global alcanzó la presidencia de uno de los países históricamente aliados de Panamá, puso su mira en el Canal de Panamá. Con base en una narrativa de “lo construimos y lo pagamos, por tanto, es nuestro”, elaboró un discurso político destinado a debilitar nuestra soberanía.
No es casual que desde entonces surjan propuestas en el Congreso y el Senado de Estados Unidos relacionadas con el Canal o con la supuesta influencia china en la región. Esa estrategia, apoyada por su embajador y seguidores, ha interferido en los asuntos internos panameños y forzado concesiones impensables años atrás.
Entre ellas, destaca el Memorándum de Entendimiento firmado a principios de este año, que transforma el sentido mismo de la soberanía. La versión oficial en inglés difiere de la versión en español, lo que ha generado preocupación por la entrega de acceso a personal estadounidense en distintos puntos del territorio nacional. Aunque no se les denomina “bases militares”, el acuerdo permite la presencia de contingentes “de larga estancia”, reeditando la sombra de la injerencia extranjera.
Además, Panamá fue presionada para poner fin al acuerdo de la Ruta de la Seda con China, cediendo autonomía en la toma de decisiones sobre política exterior y alianzas comerciales. Hemos perdido, en parte, la libertad de autogobernarnos.
Sin embargo, el propio Memorándum ofrece una salida: el numeral 19 establece que “cualquiera de los participantes podrá dar por terminado el presente Memorando en cualquier momento al notificar por escrito al otro participante su intención de concluirlo con seis (6) meses de antelación”. El gobierno panameño aún tiene la oportunidad de reivindicar su soberanía ejerciendo esa cláusula, una decisión que habría tenido gran simbolismo si se hubiera tomado el 3 de noviembre, fecha en que celebramos nuestra independencia y el derecho a autogobernarnos.
Se ha anunciado que próximamente el ejército estadounidense enviará tropas para entrenarse en las selvas panameñas, como lo hacía durante la guerra de Vietnam en la antigua Jungle Training Facility. Este tipo de maniobras reabre heridas históricas y pone en entredicho la independencia territorial conquistada con tanto sacrificio.
La realidad que vivimos hoy nos obliga a amar profundamente a la patria y, al mismo tiempo, a sentir desilusión hacia quienes no la defienden con la firmeza que exige la historia. Las luchas por la soberanía y la democracia no se olvidan: hay que mantenerse vigilantes para combatir la corrupción, exigir transparencia y preservar los valores cívicos que garantizan la independencia de Panamá.
El autor es ciudadano.



