“Los puentes de Fito Duque”. Así se conocieron esas estructuras vehiculares elevadas que, pese a que se colocaron hace casi 30 años en varios puntos de la capital y el interior, aún están dando, milagrosamente, servicio. Esos puentes ya entregaron su vida útil, porque su mantenimiento, evidentemente, ha sido inexistente. Los conductores corren peligro diariamente al usarlos: Están sin juntas, las placas de acero relucen peligrosamente bajo lluvia; sus barandas están retorcidas y ¡hasta hoyos tienen! Parecen escaleras de lo desnivelados que están y el óxido coquetea abiertamente con la lluvia.
Ignoro cuánto cuestan ahora esos Bailey, pero, evidentemente, los existentes deben renovarlos o reemplazarlos. Esos puentes están dando gritos de auxilio desde hace años, pero escucha. ¿Hace falta otra desgracia para que entonces corran a darle mantenimiento o a conseguir puentes nuevos? Es que en Panamá no hay avances si no hay tragedias, como los niños que murieron en un río porque no había puentes, como las víctimas del bus que se quemó en la Tragedia de La Cresta o como los envenenados del dietilenglicol y muchos casos más: Avances a punta de desgracias evitables.
Los gobernantes son tan lentos y deshumanizados que esperarán la muerte de unos cuántos para echarle la culpa a los otros gobiernos –que sin duda la tienen, pero que ahora no hay justificación para ignorar el estado de estas estructuras– y luego salir a comprar nuevos, y quién sabe a qué precios y con cuánta coima de por medio, porque no olvidemos que la empresa que los fabrica y vende las paga, y que nuestros funcionarios les tiembla la voz, la voluntad, la conciencia y su moral cuando oyen la palabra “comisión” (o coima). De eso hay evidencias indiscutibles.
Si el presidente no quiere escuchar de proyectos demagógicos –a su juicio– para darle mejor uso a los millones de la villa diplomática o los más de $80 millones para sus aviones brasileños, ahí tiene los puentes vehiculares y el potencial para salvar vidas. Pero, cuando se trata de juguetitos nuevos, no hay quien lo pueda convencer. Como él mismo diría, “eso va porque va”. Así que no veremos esos puentes nuevos de aquí al final de su mandato. Ojalá no ocurra una fatalidad mientras llega ese momento, porque serán los primeros que dirán: ‘Eso no es culpa nuestra’.
¿Brusca en ojo ajeno? Mulino se queja de que los jueces dejan en libertad a los delincuentes que captura o arresta la Policía. Eso es verdad, como también lo es que él ha hecho exactamente lo mismo con un delincuente que nos robó hasta el buen humor: Lavó dinero, cogió plata del Estado para sus negocios, la puso a circular en el sistema bancario –al igual que muchos de sus copartidarios que esperan juicios– y por último lo dejó en libertad para que goce del dinero robado. Entonces, presidente, no sea tan hipócrita. No se queje, porque es usted quien pone el ejemplo. Y si hace lo mismo que hacen los jueces, evidentemente usted tampoco sabe diferenciar un avión de una vaca.
Un mundo al revés. En cuanto al asuntillo ese de que no se le puede poner un policía a cada ciudadano, coincido. Están ocupados cuidando a cada representante del Gobierno y sus familiares. Pero no los protejan de la delincuencia –pues muchos de ellos son mafiosos de cuello blanco– sino de los ciudadanos que ya no soportan verlos haciendo gala de excentricidades que debemos pagar con nuestros impuestos, de su indiscutible incompetencia, de su autoritarismo y sinvergüenzura, de sus amigotes y nuevo estilo de vida, de su indolencia, de sus mentiras e hipocresía, de su falta de empatía y de su indolencia; de la impunidad y de la corrupción rampante. Y para colmo, un descarado y cobarde delincuente nos dicta clases de civismo y moral, siendo él carroña tan pútrida que provocaría náuseas a cerdos y gallinazos.



