Hoy, Día del Maestro, 1 de diciembre de 2025, les saludo y felicito, estimadas colegas y estimados colegas, maestras y profesores de Panamá —agremiados o no—, en especial a quienes integran la Asociación de Educadores Veragüenses (AEVE).
Me dirijo a ustedes con el corazón lleno de emoción, respeto y un profundo orgullo. Después de compartir momentos difíciles, decisiones firmes y una lucha que marcó a nuestro país —una lucha que no buscamos, pero que asumimos con dignidad y honor—, sabemos que cada día de huelga fue un acto de sacrificio que trascendió y se convirtió en una verdadera lección de civismo.
Vivimos la injusticia, la persecución, las agresiones cobardes y la violencia desmedida de quienes debían protegernos. Hubo dolor, rabia y tribulación.
Pero mírense ahora: a pesar de todas las circunstancias adversas y de las presiones que enfrentaron en las calles, ustedes se mantuvieron firmes.
Demostraron al país que la vocación de un educador es más que tablero y cuaderno. Es fuerza moral, convicción cívica y defensa de lo justo, especialmente cuando otros no pueden alzar la voz. Con su presencia y acción protegieron no solo los derechos presentes y futuros del gremio, sino también el destino de miles de jóvenes y, con ello, de nuestra nación. Reavivaron el alma del educador.
Somos arquitectos de vidas y protectores de sueños. Somos una antorcha que ilumina con el ejemplo y enciende la curiosidad y el coraje. Somos un faro de esperanza en miles de hogares, regiones y comunidades. En nuestras aulas está la nueva generación de Panamá, jóvenes que nos miran con respeto y que esperan de nosotros no solo conocimiento, sino oportunidades, ética y valores.
Nuestra vocación es un privilegio sagrado. Es la capacidad de moldear mentes críticas, formar ciudadanos íntegros y sembrar semillas que florecerán en el Panamá del mañana. Es un honor indescriptible.
Al retomar las aulas, llevemos la experiencia de la calle —protesta, mitin, resistencia— como una medalla de honor, no de rencor. La valentía demostrada en la defensa de los derechos debe reflejarse también en nuestras clases, en nuestras familias y en nuestras comunidades.
Deseo que la salud, el bienestar y la paz inunden sus hogares. Descansen y recarguen energías: el país nos espera.
La lucha por la dignidad de la educación no termina. En este nuevo siglo, apenas comienza.
Reciban mi más sentido reconocimiento, mi profunda admiración y un fraternal abrazo. ¡Feliz Día del Maestro!
El autor es docente y artista plástico.


