La política exterior de Panamá enfrenta una coyuntura clave en la reconfiguración del orden mundial. La reciente atención del Senado estadounidense sobre la administración de los puertos de Balboa y Cristóbal por Hutchison Holdings y la visita de Marco Rubio reflejan una preocupación estratégica que va más allá de la retórica diplomática. Si bien el Canal de Panamá es administrado de manera autónoma por la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), las concesiones portuarias otorgadas por el Gobierno han generado cuestionamientos tanto en Panamá como en Washington. Ante este panorama, la administración panameña ha enviado señales de pragmatismo geopolítico: ha fortalecido relaciones con empresas estadounidenses y anunciado el fin del acuerdo de la Ruta de la Seda con China. Este contexto exige que Panamá actúe con inteligencia y firmeza. La negociación debe partir de una posición de autonomía sin ignorar las presiones de la nueva configuración mundial. Más que gestos aislados, el país necesita una estrategia exterior clara, alineada con sus intereses nacionales y con una diplomacia que proyecte coherencia y liderazgo.
Opinión