Mirando el retrovisor, el 2024 fue un rally movido: curvas cerradas, un choque por aquí, una que otra parada para disfrutar el paisaje, y más de un momento en el que sentimos que se nos acababa la gasolina. Pero ya estamos en el 2025, y toca hablar de lo que dejamos atrás y de lo que nos espera adelante.
El año pasado nos dio lecciones duras. La violencia arrancó con 16 homicidios en 10 días y cerró con cifras récord de feminicidios, una pandemia que seguimos ignorando. En febrero, Martinelli finalmente fue inhabilitado como candidato presidencial de las elecciones tras su condena por lavado de dinero, mientras el dengue y las lluvias cobraron vidas y desplazaron familias. En mayo, Mulino ganó las elecciones con el 34% de los votos y los independientes hicieron historia al sacar 20 diputados, dos alcaldes y varios representantes de corregimiento. El nuevo gobierno heredó una economía golpeada, una institucionalidad frágil y un país dividido.
La crisis hídrica marcó el año, paralizando operaciones del Canal y obligándonos a enfrentar una verdad incómoda: dependemos demasiado de un recurso que ya no tenemos en abundancia. Y mientras el Canal aportó $2,470 millones al Tesoro, Trump amenazó y sigue amenazando con la idea de retomar el control del Canal, un recordatorio de lo frágil que puede ser nuestra soberanía.
El Darién no fue solo un punto en el mapa; fue el epicentro de una crisis migratoria que expuso nuestra incapacidad para manejar un flujo de más de 300 mil personas. Y en julio, Mulino dio un golpe audaz al romper relaciones con Venezuela, un gesto que le ganó aplausos internacionales. Seguimos teniendo un reto en casa: mantener relaciones equilibradas con Estados Unidos y China.
Con todo, el 2024 nos recordó que somos resilientes. Pero la resiliencia no basta. El 2025 nos exige algo más: un plan claro y acción decidida.
En 2025 los temas clave son:
1. Reforma al Seguro Social: El reloj no se detiene. La Caja necesita una reestructuración urgente para garantizar pensiones sostenibles, medicamentos y atención digna. No más paños tibios.
2. Diversificación económica: Dependemos demasiado del Canal. Este año debe ser el de la inversión en turismo, tecnología, agroindustria y el de la recuperación de la inversión extranjera, para generar empleos formales y reducir la informalidad que afecta a más del 50% de los trabajadores.
3. Crisis hídrica: No hay opción. Necesitamos soluciones de fondo: embalses, reciclaje de agua y políticas públicas que prioricen el recurso más vital.
4. Infraestructura clave: La Línea 3 del Metro y el cuarto puente sobre el canal no son lujos; son necesidades urgentes.
5. Migración: Más allá de deportar o permitir el paso, necesitamos un enfoque regional que garantice derechos humanos y orden.
6. Reforma educativa: Nuestro futuro está en la educación. Urge priorizar la calidad educativa, no solo la tecnológica, para disminuir la brecha entre escuelas públicas y privadas. La capacitación docente y la infraestructura también son importantes, es inaceptable que tengamos escuelas sin agua potable, baños higiénicos y electricidad.
La lista es larga, pero no imposible. ¿Demasiado pedir? Tal vez. Pero el país que queremos no se construye con sueños; se construye con decisiones valientes y acción colectiva.
Así que, mientras avanzamos por esta autopista del 2025, no perdamos de vista el panorama. Las curvas seguirán, pero está en nuestras manos agarrar el volante con firmeza. Que este sea el año en el que Panamá deje de correr en círculos y empiece a avanzar hacia un destino mejor. Bye.