Al cierre de la semana, el rendimiento del bono del Tesoro estadounidense a 10 años se ubicó en 4.02%, superando el retorno esperado del índice S&P 500 para los próximos doce meses, estimado entre 3% y 4%, lo que consolida una dinámica que se viene observando desde finales de 2024.
Cabe destacar que esta tendencia no se observaba con tanta claridad desde finales de los años noventa, cuando la euforia por las acciones punto.com redujo el rendimiento implícito del mercado accionario por debajo del que ofrecían los bonos del Tesoro. Esta reconfiguración en la jerarquía entre renta fija y renta variable altera el equilibrio tradicional entre clases de activos y obliga a replantear la construcción de carteras para el próximo año.
El mayor rendimiento en renta fija puede explicarse por los siguientes factores: a) la inflación subyacente en Estados Unidos se mantiene en 3.0%, lo que limita un descenso acelerado en el costo del dinero; b) las valoraciones de las acciones siguen elevadas, con múltiplos que exigen crecimientos de utilidades difíciles de sostener; y c) aunque la tasa de referencia ha bajado al rango de 3.75%–4.00%, los rendimientos del bono a 10 años continúan en niveles relativamente altos. A ello se suman señales provenientes del mercado cambiario, donde la posición del dólar refuerza el sesgo de rotación hacia activos fuera de Estados Unidos.
Las señales del mercado cambiario apuntan en la misma dirección. El forward del euro frente al dólar a 12 meses se ubica entre 3% y 4% por encima del nivel implícito por la paridad de tasas de interés, anticipando una depreciación adicional del dólar en 2026. A ello se suma la apreciación reciente del franco suizo y el yen japonés frente al dólar, en un contexto donde la moderación en la tasa de referencia de Estados Unidos ha impulsado una reasignación de flujos hacia activos internacionales. En este entorno, los gestores institucionales comienzan a reducir exposición en Estados Unidos y a incrementar posiciones en regiones donde la combinación de moneda, rendimiento y valuación resulta más favorable.
Los flujos confirman esta reconfiguración. En los primeros nueve meses de 2025, América Latina colocó 161 mil millones de dólares en emisiones soberanas y corporativas, el nivel más alto en 35 años. La compresión de diferenciales en emisores de la región abre una oportunidad para Panamá, que al estar dolarizado puede captar financiamiento a costos menores. En un entorno de rotación global hacia activos internacionales, la combinación de estabilidad institucional y emisiones en dólares fortalece su posición como destino de capital.
En 2026, algunos inversionistas podrían centrarse en acciones individuales y muchos gestores estarán rotando activos, ajustando riesgo y exposición regional. Estos movimientos, más que cualquier pronóstico, serán los que terminen influyendo en el rumbo del mercado durante el próximo año.
El autor es financista.



